domingo, 6 de marzo de 2011

UTOPÍA

Quisiera introducir este apartado con la definición de utopía según la RAE:

Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.

Mi mundo utópico sería aquel en que todos los seres vivos nos entendieramos, usásemos la palabra para arreglar nuestros conflictos, un mundo donde reine la justicia y la igualdad y que se rija, si puede ser por unos criterios morales fundamentales que sirvan para todo el mundo.

KANT, EL IMPERATIVO CATEGÓRICO

De la propia razón nace el imperativo categórico, es decir, el principio ético racional con pretensión universal que Kant considera que debe ser el motor de nuestras acciones. Este imperativo categórico es definido en los siguientes términos: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal". En otras palabras, actúa siempre tal y como crees que debería actuar todo el mundo.

Surge, sin embargo un problema: ¿Por qué se debe actuar siguiendo el principio ético del imperativo categórico? Kant lo justifica a partir del concepto del deber: sólo el deber por el deber está plenamente justificado. Kant afirma la existencia de dos tipos de imperativos: los imperativos hipotéticos, a través de los cuales lo que nos impulsa a actuar es la búsqueda de un premio, o la huida de un castigo, y los imperativos categóricos, en los que es el deber, y sólo el deber, lo que impulsa a actuar.

DIÓGENES

Diógenes nació en la colonia griega de Sínope, situada en la costa sur del Mar Negro, en el 412 a. C. Nada se sabe acerca de su infancia excepto que era hijo de un banquero llamado Hicesias. Ambos fueron desterrados por haber fabricado moneda falsa. Diógenes se gloriaba de haber sido cómplice de su padre, y este suceso prefiguró, en cierto modo, su vida filosófica. Al parecer, estos hechos han sido corroborados por arqueólogos. Han sido descubiertas en Sínope un gran número de monedas falsificadas (acuñadas con un gran formón) que se han datado en la mitad del siglo IV a. C. y otras monedas de la época que llevan el nombre de Hicesias como el oficial que las acuñó. No están claros los motivos por los que se falsificó la moneda, aunque Sínope estaba siendo disputada entre facciones pro-persas y pro-griegos en el siglo IV a. C., y quizá hubiera más intereses políticos que financieros.
Los griegos eran muy aficionados a las artes adivinatorias y solían acudir a los templos para consultar sobre su futuro. Pero la ambigüedad con que respondían los oráculos podía dar pie a todo tipo de interpretaciones. Según la leyenda, Diógenes fue a consultar el oráculo de Delfos y éste le dijo: «Vuelve a tu casa y da nuevas instituciones a tu tierra». Y Diógenes, de acuerdo con lo que el oráculo le dijo, pensó que no estaría mal empezar por cambiar, o mejor dicho: dar el cambiazo, de moneda.
En su nueva residencia, Atenas, la misión de Diógenes fue la de metafóricamente falsificar/desfigurar la “moneda” de las costumbres. La costumbre, decía, era la falsa moneda de la moralidad. En vez de cuestionarse qué estaba mal realmente, la gente se preocupaba únicamente por lo que convencionalmente estaba mal. Esta distinción entre la naturaleza (“physis”) y lo convencional (“nomos”) es el tema principal de la filosofía griega.

EPICURO Y LA FELICIDAD

Epicuro consideraba que la felicidad consiste en vivir en continuo placer. Este punto de su doctrina ha sido a menudo objeto de malentendidos, pese a que Epicuro hace una cuidadosa categorización de los placeres, indicando cuáles son recomendables y cuáles no.
·  Los naturales y necesarios: las necesidades físicas básicas, alimentarse, calmar la ,sed el abrigo y el sentido de seguridad.
·  Los naturales e innecesarios: la conversación amena, la gratificación sexual y las artes.
·  Los innaturales e innecesarios, que considera superfluos: la búsqueda de la fama, del poder político o del prestigio


Epicuro formuló algunas recomendaciones entorno a todas estas categorías de deseos:
  • El hombre debe satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
  • Se pueden perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción del corazón, pero no más allá.
  • No se debe arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro.
  • Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero.
También distinguía entre dos tipos de placeres, basados en la división del hombre en dos entes diferentes pero unidos, el cuerpo y el alma:
  • Placeres del cuerpo: aunque considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es la renuncia de estos placeres y la búsqueda de la carencia de apetito y dolor corporal;
  • Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo, pues el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es efímero y temporal, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.