El periodo histórico que conocemos con el nombre de Ilustración (Aufklärung en Alemán) se desarrolló desde la Segunda Revolución Inglesa, La Gloriosa de 1688, hasta la Revolución francesa de 1789. Es el llamado Siglo de las Luces. Pero, ¿Qué es la Ilustración? Esta pregunta, formulada por el párroco de Berlín, Zöllner, para interrogar sobre si el siglo XVIII es una época ilustrada o en proceso de ilustración, es contestada por Kant en un artículo del mismo título que data de 1784:
“La Ilustración es la salida del hombre de su culpable minoría de edad. Minoría de edad es la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección del otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la Ilustración!
Antes de sumergirnos de lleno en este bello artículo de Kant, hemos de explicar cuál era la situación política, cultural y religiosa en la Prusia que vio nacer, en 1724 y morir en 1804 a Immanuel Kant.
Cuando nace Kant, en Prusia reinaba Federico Guillermo I (1713-1740), el rey Sargento, padre del militarismo prusiano. Su lema era: “El alma es de Dios, todo lo demás me pertenece”. Durante este periodo, la intolerancia ideológica rechaza el pietismo: el filósofo Wolf, de tendencia racionalista, fue expulsado de su cátedra por su inspiración pietista. Posteriormente Federico II el grande (1740-1786), realizó una profunda modernización del Estado: reorganizó la administración de justicia, decretando la abdicación de la tortura como primer acto de gobierno, implantó la igualdad ante la ley y la independencia judicial mediante la separación de poderes, convirtiendo así a Prusia en un Estado de derecho. Federico II, amigo de Voltaire, protector de Johann Sebastian Bach, se inspiró en las ideas de la Ilustración para reformar el Estado, siguiendo la célebre consigna de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.”
Desde el punto de vista cultural hemos de señalar que la Ilustración alemana, comparte con la ilustración francesa el método analítico y crítico, la fe en la razón y el rechazo del oscurantismo. Sin embargo, presenta algunos rasgos que la distinguen de la francesa: la fragmentación política en diferentes Estados, el protestantismo que favorece la libertad de conciencia, la pujanza de la cultura de las universidades y la influencia de Leibniz contribuyeron a que el pensamiento de los ilustrados alemanes no tuviese el carácter marcadamente político y revolucionario de los franceses. Del mismo modo, no produce el rechazo deísta de la religión, sino que las preocupaciones morales coexisten con el pietismo religioso, valores pietistas en los que fue educado Kant, que se caracterizan por un llamamiento a la interiorización de la piedad evangélica, a la revitalización de la fe personal y a la regeneración interior mediante una meditación personal de las Escrituras.
Ante esta situación, y volviendo al artículo de Kant, Ilustración es emancipación crítica del individuo y rebelión de la razón contra todo tipo de tutela intelectual. Kant lo dice claramente: se trata de someter todo al tribunal de la razón, para que sea ella la que rija tanto el saber como la acción ética-política. Condorcet, contemporáneo de Kant escribía en 1793, “Llegará un día en el que el Sol ya no brillará sino sobre hombres plenamente libres, sobre hombres que no reconocen sobre si mismo más que a su propia razón.” Kant escribe en la Crítica de la razón pura:
“Nuestra época es, de modo especial, la de la crítica. Todo ha de someterse a ella. Pero la religión y la legislación pretenden de ordinario escapar en la misma. La primera a causa de su santidad yt la segunda a causa de su majestad. Sin embargo, al hacerlo, despiertan contra si mismas sospechas justificadas y no pueden exigir respeto sincero, respeto que la razón sólo concede a lo que es capaz de resistir a un examen público y libre.”
Lo señala bien claro Kant: la razón sólo presta respeto sincero a lo que es capaz de resistir a un examen público libre. Por eso, la palabra mágica de todo ilustrado es la educación. Educar al pueblo para, según los ideales cosmopolitas, alcanzar la libertad y formar conciencias críticas. A ello contribuyó la Enciclopedia de D´Alambert y Diderot, a ello quiso contribuir también Kant sometiendo a consideración crítica el alcance y el valor de la racionalidad humana, planteando frente al dogmatismo racionalista, el escepticismo de los empiristas, y el irracionalismo, por su sobrevaloración del sentimiento, su filosofía crítica. Crítica, porque pretende mostrar los límites de la razón, tanto a la hora de conocer (recordemos la pregunta a la que responde Kant en su Crítica de la Razón pura: ¿Qué puedo conocer?), como de ordenar nuestra conducta (recordemos la pregunta a la que responde Kant en su Crítica de la razón práctica: ¿Qué debo hacer?.) Se trata, en definitiva, de apelar a la razón para que ésta emprenda “la más difícil de todas sus tareas, a saber, la del autoconocimiento.” No se trata de objetivos meramente intelectuales. La concepción Kantiana e ilustrada de la razón surgió favorecida por la imagen heroica de un Copérnico o un Galileo oponiéndose al prejuicio y la superstición, o sea, conectados al ideal moderno de autonomía. La filosofía crítica extrajo parte de su fuerza de su conexión. Y es que la filosofía crítica es filosofía de la libertad, puesto que tanto la verdad del conocimiento, como el contenido de la moral, deben brotar de la propia ley autónoma de la razón. En el fondo, el sueño ilustrado de la emancipación, el sueno de la liberación de la humanidad, se convirtió en Kant en el “sueño de la razón”.
Paco Manzanera.